lunes, 27 de enero de 2025

GENERACIONES

 Ellos nacieron en una era totalmente digitalizada, o directamente, en la era de la inteligencia artificial.


Son los jóvenes que pertenecen  a la llamada Generación Z (1997 a 2012)  y a la Generación Alfa (2013 - 2025).

Son los niños y adolescentes atrapados en la atracción magnética de los celulares y la internet.


Son las vidas que Dios ha puesto en tus manos para guiarlos hacia él, para hallar en Cristo el propósito de sus vidas. Y en este mundo tan virtualizado, no es la tarea más fácil. Demasiadas distracciones los desvían del Camino verdadero y roban el tiempo necesario para su formación como seres completos. (Recuerda quién vino a robar, matar y destruir, S. Juan 10:10)

Y  aquellos que deben guiarlos (padres, maestros, especialmente), están también atrapados en este torbellino de ocupaciones, preocupaciones y de todo lo urgente, más la participación en las redes sociales, que todo ello también les priva del tiempo a solas con Dios imprescindible para estar firmes, y servir con eficacia.

¿No crees que es tiempo de tomar decisiones sabias y definitivas?

Si tenemos una vida eterna, no es para vivirla en el "más allá". Esa vida nace, se desarrolla y afirma en este tiempo. Y para que nuestro "servicio al Señor" sea eso y no mero activismo, es necesario que se genere en una vida espiritual plena. Así y solo así Dios podrá usarnos para impactar esas jóvenes vidas desde ahora y para toda a eternidad.

Que este sea el tiempo en que podamos cortar con todo aquello que frustra nuestra relación con el Padre y Señor, y que, entonces, nuestro servicio no sea en vano. (1a Cor. 15: 58)

sábado, 23 de marzo de 2024

LOS ÚLTIMOS MINUTOS


- No veo cómo sacudirlos para que presten atención. Ya se saben todas las historias y no hacen más que hablar.

- Los míos atienden, participan, pero, luego vuelven a sus casas y se olvidan de todo lo que hablamos.

- Tenemos este material que nos donaron… Fíjense si pueden usarlo en sus clases.

Con un suspiro de resignación Alberto entregó algunos sobres gastados a los maestros.

Con poco interés los maestros los tomaron, dejándolos displicentemente a un lado.

Corría la primera semana de marzo, de un año similar a tantos otros que habían ya pasado. Con la triste expectativa de ver cómo, año a año, se incrementaba la deserción de los alumnos, y cómo las estrategias para mantener interesados a los niños en la Escuela Bíblica resultaban cada vez más ineficaces.

Alberto miró a su reducido plantel: solo dos de los maestros permanecían fieles desde hacía más de cuatro años. Era imperativo conseguir a alguien para la clase de Pre- escolares, sin contar con que el grupo de los Pre-adolescentes estaba en riesgo de no tener un líder para el año en curso.

¿Tiene sentido seguir manteniendo una estructura que no nos lleva a ninguna parte?- volvió a preguntarse para sus adentros.

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En el otro extremo de la ciudad, casi al mismo tiempo, Nadia y Mariel estaban en medio de una eufórica reunión. El aire estaba cruzado de voces alegres que compartían ideas, imponiéndose unas sobre otras, dificultando el entendimiento de alguna idea medianamente coherente. Finalmente, con unas fuertes palmadas, acompañadas de una carcajada, Nadia logró llamar la atención del grupo, que se fue silenciando poco a poco.

- Gracias- comenzó Nadia con voz clara – Lo mejor será separarnos por edades, así cada grupo define cómo va a ocupar el tiempo. Recuerden que son dos horas que tienen que llenar. Una hora para la historia bíblica y la manualidad; el resto, sean creativos; los chicos tiene que disfrutar ese tiempo.

Con bastante ruido de reacomodamiento de sillas, las casi treinta personas presentes se distribuyeron según la consigna, listas para empezar a trabajar en lo que sería un nuevo año de la actividad infantil.

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¿Acaso alguna de estas realidades describe la tuya?

Lo cierto es que estamos a las puertas de un nuevo ciclo escolar. Y nuestras iglesias no escapan a la realidad de que “hay que pensar en algo para los niños.” Tanto el grupo de Alberto como el de Nadia y Mariel han tomado conciencia de que es necesario planificar estas actividades. Y, aunque los veamos tan diferentes el uno del otro, ambos tienen algo en común.

Ambos están prestando atención a lo que harán durante el año, sin haber pasado antes por la consideración de lo que quisieran ver logrado al finalizar el año. Es decir, se han dedicado a responder la pregunta “¿Qué haremos?” antes de siquiera plantearse “¿Para qué lo haremos?”

¿Para qué nos juntamos con los chicos semanalmente? Esa es una buena pregunta para comenzar a direccionar la enseñanza de la Palabra de Dios.

Porque no se trata solamente de contar historias de la Biblia o hacer memorizar algunos versículos. Se trata de permitir que la Palabra sea “martillo que quebranta” (Jeremías 23.29), “lámpara que ilumina” (Salmo 119.105), espejo que refleja (Santiago 1.25), lavacro que purifica (Efesios 5.26).

Se trata de que una nueva generación, esta que tenemos entre manos ahora, revalorice la Palabra de Dios como guía para la vida, y crezca en el temor reverente del Señor, eligiéndolo a Él por sobre las demás atracciones que le presenta el “presente siglo malo” (Gálatas 1.4).

Todo un desafío.

Un desafío que nos lleva a dejar de lado las herramientas que hemos adquirido en nuestro andar, y a ir humildemente a los pies del Señor. A buscar su rostro. A pedir dirección. Porque son tiempos de confrontación espiritual en los que ya no podemos aspirar a entretener a los niños o a darles un mero conocimiento intelectual.

Estamos en tiempos de urgencia. La alerta roja ha sonado. Ya no solo debemos hoy hablar acerca de la importancia de que los niños sean salvos, sino que debemos abrirnos paso por en medio de una densa nube que los ha envuelto, y está cauterizando sus sentidos.

¿Cómo pueden unas figuras de franelógrafo competir con el bombardeo visual que reciben durante horas cada día?

¿Cómo podemos atrapar su atención hablando de realidades bíblicas tan ajenas a la cultura de hoy?

¿Cómo pretendemos que cambie su manera de actuar, sin preocuparnos antes porque cambie su manera de ser?

Al inicio de un nuevo año de labor, un año que podría ser el último, antes de ver a Jesús cara a cara, vale recordar dos aspectos fundamentales de nuestra tarea:

1) PLANIFICAR, NO IMPROVISAR. Respondiendo a nuestra anterior pregunta, digamos que enseñamos para lograr cambios definitivos en la vida de nuestros alumnos. Para esto, ayudará tener una acertada visión del punto en que se encuentran los niños, en cada área de su vida, atendiendo especialmente a su desarrollo espiritual, y, partiendo de allí, definir en oración un cambio trascendente que deba realizar. Puede ser, a título de ejemplo, “enfrentar las situaciones con la verdad”; “permitir que el fruto del Espíritu Santo se desarrolle en su vida”; o “profundizar su relación cotidiana con Dios”. Cada uno de estos ítems se podrá trabajar en un trimestre, con diferentes lecciones, de diferentes maneras, de modo que la enseñanza se grabe a fondo en los corazones y produzca los resultados deseados.

2) INSPIRAR SIENDO MODELOS. Este mundo está cansado de palabras. Y, como el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder (1 Corintios 4.20), las vidas de nuestros alumnos serán impactadas por maestros que encarnen la enseñanza. Porque la sociedad del S. XXI no necesita buenos predicadores, ni nuestros alumnos necesitan especialistas teóricos en Educación. Como maestros, necesitamos dejar que el Señor nos limpie, renunciar a todo aquello que ocupa su lugar en nuestras vidas y dejar cada día que su Santo Espíritu nos llene, produciendo en nosotros el carácter de Jesús, llenándonos de poder para transmitir su Palabra de modo tal que toque y transforme vidas.

¡Ese es el Gran Desafío para los últimos minutos de la última hora, antes de Su venida!

El camino de la obra lo comienza cada uno delante del Señor de la obra.

En el reloj de Dios la aguja ha avanzado unos segundos más… Aún estamos a tiempo.

lunes, 19 de febrero de 2024

NO LLENES TARROS

          Podría decirse que fue un sueño.

Estaban ahí, en fila, uno al lado del otro. Los tarros de vidrio. Uno a uno los fui destapando y llenando. Había comprado tres kilos de harina, y la fui repartiendo hasta llenar el total. ¡Misión  cumplida! Pero… ¿Qué sucede?

Repentinamente, hallo que no puedo tapar los tarros… ¡Cada uno de ellos tiene el rostro de mis alumnos de la Escuela Bíblica…! El sueño se está transformando en una pesadilla. Y como la mejor manera de terminar con una pesadilla es despertarse, así lo hago. Me levanto, preparo una taza de té caliente… Pero los rostros no me dan paz.

Tarros llenos de harina. La harina es materia prima de muchos alimentos, pero, en el tarro no sirve para nada. A los tarros no les sirve para nada.

 

Un pensamiento me atraviesa, más veloz que un rayo: “Mis alumnos no son tarros para llenar con la Palabra de Dios”. Mis alumnos son personas. Individualidades complejas, con diferentes realidades y necesidades. La Palabra de Dios es el alimento para el espíritu, pero debe ser preparado cuidadosamente, y, a la manera del mejor nutricionista, debo saber cómo aplicarla a cada uno de ellos.

 Sabemos que el aprendizaje no es la mera recepción de un conocimiento. El aprendizaje ocurre cuando el alumno toma conciencia de una conducta que debe modificar, indaga y descubre el camino para hacerlo, decide hacerlo, y comienza a dar los pasos necesarios para lograrlo. El aprendizaje se da cuando el alumno es activo participante del proceso. De lo contrario, solo tendremos delante nuestro cuerpos físicos que por una hora se sientan callados y nos miran ausentes, mientras las mentes divagan en otras esferas y el espíritu duerme al ritmo de una canción de cuna llamada “lección”.

 En estos tiempos que atravesamos, tiempos descriptos por Pablo como “los postreros días en que vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3.1) necesitamos conocer a Dios más íntimamente, afirmarnos en su Palabra y ser modelos vivientes para las nuevas generaciones. Cada momento de la clase es una oportunidad única para poner a los niños, preadolescentes y todo alumno en general, en contacto con desafíos de parte de Dios. Desafíos a crecer, a poseer, a tomar, pero también a dejar todo aquellos que estorba en el camino del desarrollo del cristiano.

 Ahora bien. Como maestros debemos tener en claro qué finalidad perseguimos al dar la clase. No se trata solamente de cumplir con la porción asignada para el día. Se trata de que la Palabra de Dios, alumbrada por el Espíritu Santo, toque las vidas, llegue con respuestas a interrogantes vitales y señale claramente el camino a seguir.

 Desde ya que esta tarea es imposible de realizar por el ser humano. Por eso, es bueno recordar que, por la exclusiva gracia de Dios, es él quien ha elegido hacernos sus colaboradores. (1ª Corintios 3.9) Él es quien ve las necesidades escondidas, el que puede llegar a conmover lo más profundo del espíritu y producir respuestas de fe y obediencia. Nosotros tenemos la responsabilidad de saber cual es la verdad bíblica que debemos transmitir a los alumnos, y hallar las maneras más efectivas para hacerlo.

 Partiendo del interés real de los alumnos podemos lograr interesarles en aquello que entendemos deben aprender. Y para eso, debemos atrevernos a “romper el molde”. Videos, modelados con masas varias, expresión corporal, dramatizaciones o debates, preguntas y respuestas, estudios bíblicos interactivos. La Biblia es el libro para hoy. Y debemos ayudar a nuestros alumnos a familiarizarse con él, a pensar que es como el “mensaje de texto” que  Dios nos envía, para que nos sirva aquí y ahora.

 A tal fin, es importante que el maestro esté enterado de la realidad que vive su alumno; de sus luchas, problemas y alegrías. También es necesario que esté actualizado en cuanto a las cosas que interesan a sus alumnos, sean canciones de moda, artistas, deportes, deportistas, películas, videojuegos y programas de televisión, entre otros. Porque es necesario establecer un nexo, un punto de contacto, desde la realidad que vive el alumno hasta la verdad bíblica que le vamos a transmitir.

 Tengamos presente que lo importante no es llenarlos de conocimientos bíblicos, sino llevarles a descubrir en la Biblia aquello que Dios le quiere decir.

 Un recurso interesante para trabajar con preadolescentes,  es llevar a la clase la letra de una canción de moda, que a ellos les guste, (previamente analizada por el maestro, y sabiendo qué espera lograr con esa clase). Se les pide que tomen una copia cada dos, o tres alumnos, y que resuman en una oración el mensaje central. (Puede también pasárseles el videoclip, lo cual permitirá añadir el análisis de la imagen).

Además se les puede pedir que:

-        Subrayen la frase que más les impacte.

-        Expliquen por qué les gusta.

-        Infieran si el mensaje de la canción está de acuerdo con la palabra de Dios o no.

Seguidamente, se les pueden repartir citas de versículos bíblicos que den el punto de vista del Señor acerca del tema de esa canción. Luego de leer los versículos, se comentan las conclusiones y se buscan maneras de aplicar las conclusiones bíblicas a la vida, según el objetivo seleccionado por el maestro.

 Otra manera reenfocar las clases bíblicas consiste en dejar que los mismos alumnos propongan los temas que les interesa tratar. Puede habilitarse un buzón donde el día indicado depositarán sus sugerencias. De acuerdo a las mismas, el maestro evaluará el mejor modo de abordarlos. Posiblemente algunos de ellos se puedan incorporar dentro del programa de clases, por tener alguna relación con la enseñanza de los pasajes asignados. Tal vez otros ameriten un día especial para desarrollarlos, pudiéndose aun pensar en un tiempo fuera del ordinario de la Escuela Bíblica. Tengamos en cuenta que los chicos de hoy están llenos de preguntas y rodeados de influencias que nada tienen que ver con el proyecto del Señor para sus vidas. Necesitan ser escuchados y orientados.

 Por eso es también importante el uso inteligente de preguntas que les hagan pensar, reflexionar acerca de las causas y consecuencias de determinadas acciones. En la Biblia tenemos muchos personajes que han sido héroes, pero también han tenido experiencias oscuras. Estas últimas también son válidas a la hora de confrontarnos con aquellas cosas que Dios quiere tratar en nuestras vidas.

 El ejemplo de Sansón, elegido por Dios, pero decidiendo vivir a su manera, se presta a identificar situaciones reales en cuanto a la elección de amigos, elección de pareja, en cuanto a tener en poco a la palabra de Dios… Preguntas tales como: “¿En qué creen que Sansón se equivocó?”, “¿Qué hubieran hecho ustedes en lugar de él?”, “¿A alguno le ha pasado esto de dejarse llevar por amigos que no quieren saber nada de Dios? ¿Podrían contarnos qué pasó o cómo se sintieron?”, hacen que el alumno acorte la distancia con los personajes de la Biblia y se involucre personalmente.

 Los collages como expresión artística, o murales, o composiciones usando figuras diferentes también ayudan a que el alumno transfiera su manera de interpretar la realidad, o un evento bíblico o una conclusión al finalizar el tiempo de clase. Desde luego que la consigna para el trabajo debe darse claramente, especificando qué es lo que se debe expresar. Para retomar el tema anterior, si la clase sobre Sansón y Dalila hubiera tenido como objetivo “Que mis alumnos resistan la presión de los inconversos para desviarlos de la voluntad de Dios”, podríamos pedirles que hagan un fotomontaje, usando recortes de revistas, reflejando lo que ellos harían cuando venga esa tentación.

Esta actividad no es simplemente una muestra de talento, sino que apunta a llevarles a explorar sus creencias, convicciones y ayuda a la toma de decisiones.

 En este tiempo los niños y jovencitos están siendo enseñados a tomar sus decisiones propias, aún desde temprana edad. A elegir lo que quieren y no quieren. El tiempo en que el adulto decía al niño lo que debía hacer quedó atrás. Y, sin entrar a discutir lo bueno o malo de este cambio, debemos ser sabios, y aprovecharlo para la gloria de nuestro Dios. La responsabilidad es grande, y el trabajo, también.

 Es en las clases bíblicas que los niños deben tener la oportunidad de comparar el estilo de vida de este mundo, y el que Dios ha marcado para sus hijos. Es en las clases bíblicas donde muchos de ellos tomarán la decisión de seguir la corriente de este mundo o a Cristo.  Debemos ser claros y contundentes: no se puede servir a dos señores. Nuestra tarea será mostrarles las bendiciones que tenemos como hijos de Dios, los derechos de los que disfrutamos, la herencia que esperamos. El poder que nos ha sido dado, la misión que nos ha sido delegada. Y el camino a seguir, siempre de la mano del Señor Jesucristo, pues él mismo es el camino, y la verdad y la vida.

 
Cuanto más real sea esto en nuestras vidas, mejor lo podremos transmitir en las clases.

Y cuanto más apliquemos las técnicas de enseñanza como vehículos para llegar al fin determinado, más estaremos contribuyendo a formar un pueblo que ame y espere a su Señor con absoluta convicción personal.

 H. Mónica Garbarini

Capacitación y Comodidad comienzan con C

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