- No veo cómo sacudirlos para que presten atención. Ya se saben todas las historias y no hacen más que hablar.
- Los míos atienden, participan, pero, luego vuelven a sus casas y se olvidan de todo lo que hablamos.
- Tenemos este material que nos donaron… Fíjense si pueden usarlo en sus clases.
Con un suspiro de resignación Alberto entregó algunos sobres gastados a los maestros.
Con poco interés los maestros los tomaron, dejándolos displicentemente a un lado.
Corría la primera semana de marzo, de un año similar a tantos otros que habían ya pasado. Con la triste expectativa de ver cómo, año a año, se incrementaba la deserción de los alumnos, y cómo las estrategias para mantener interesados a los niños en la Escuela Bíblica resultaban cada vez más ineficaces.
Alberto miró a su reducido plantel: solo dos de los maestros permanecían fieles desde hacía más de cuatro años. Era imperativo conseguir a alguien para la clase de Pre- escolares, sin contar con que el grupo de los Pre-adolescentes estaba en riesgo de no tener un líder para el año en curso.
¿Tiene sentido seguir manteniendo una estructura que no nos lleva a ninguna parte?- volvió a preguntarse para sus adentros.
* * * * * *
En el otro extremo de la ciudad, casi al mismo tiempo, Nadia y Mariel estaban en medio de una eufórica reunión. El aire estaba cruzado de voces alegres que compartían ideas, imponiéndose unas sobre otras, dificultando el entendimiento de alguna idea medianamente coherente. Finalmente, con unas fuertes palmadas, acompañadas de una carcajada, Nadia logró llamar la atención del grupo, que se fue silenciando poco a poco.
- Gracias- comenzó Nadia con voz clara – Lo mejor será separarnos por edades, así cada grupo define cómo va a ocupar el tiempo. Recuerden que son dos horas que tienen que llenar. Una hora para la historia bíblica y la manualidad; el resto, sean creativos; los chicos tiene que disfrutar ese tiempo.
Con bastante ruido de reacomodamiento de sillas, las casi treinta personas presentes se distribuyeron según la consigna, listas para empezar a trabajar en lo que sería un nuevo año de la actividad infantil.
* * * * *
¿Acaso alguna de estas realidades describe la tuya?
Lo cierto es que estamos a las puertas de un nuevo ciclo escolar. Y nuestras iglesias no escapan a la realidad de que “hay que pensar en algo para los niños.” Tanto el grupo de Alberto como el de Nadia y Mariel han tomado conciencia de que es necesario planificar estas actividades. Y, aunque los veamos tan diferentes el uno del otro, ambos tienen algo en común.
Ambos están prestando atención a lo que harán durante el año, sin haber pasado antes por la consideración de lo que quisieran ver logrado al finalizar el año. Es decir, se han dedicado a responder la pregunta “¿Qué haremos?” antes de siquiera plantearse “¿Para qué lo haremos?”
¿Para qué nos juntamos con los chicos semanalmente? Esa es una buena pregunta para comenzar a direccionar la enseñanza de la Palabra de Dios.
Porque no se trata solamente de contar historias de la Biblia o hacer memorizar algunos versículos. Se trata de permitir que la Palabra sea “martillo que quebranta” (Jeremías 23.29), “lámpara que ilumina” (Salmo 119.105), espejo que refleja (Santiago 1.25), lavacro que purifica (Efesios 5.26).
Se trata de que una nueva generación, esta que tenemos entre manos ahora, revalorice la Palabra de Dios como guía para la vida, y crezca en el temor reverente del Señor, eligiéndolo a Él por sobre las demás atracciones que le presenta el “presente siglo malo” (Gálatas 1.4).
Todo un desafío.
Un desafío que nos lleva a dejar de lado las herramientas que hemos adquirido en nuestro andar, y a ir humildemente a los pies del Señor. A buscar su rostro. A pedir dirección. Porque son tiempos de confrontación espiritual en los que ya no podemos aspirar a entretener a los niños o a darles un mero conocimiento intelectual.
Estamos en tiempos de urgencia. La alerta roja ha sonado. Ya no solo debemos hoy hablar acerca de la importancia de que los niños sean salvos, sino que debemos abrirnos paso por en medio de una densa nube que los ha envuelto, y está cauterizando sus sentidos.
¿Cómo pueden unas figuras de franelógrafo competir con el bombardeo visual que reciben durante horas cada día?
¿Cómo podemos atrapar su atención hablando de realidades bíblicas tan ajenas a la cultura de hoy?
¿Cómo pretendemos que cambie su manera de actuar, sin preocuparnos antes porque cambie su manera de ser?
Al inicio de un nuevo año de labor, un año que podría ser el último, antes de ver a Jesús cara a cara, vale recordar dos aspectos fundamentales de nuestra tarea:
1) PLANIFICAR, NO IMPROVISAR. Respondiendo a nuestra anterior pregunta, digamos que enseñamos para lograr cambios definitivos en la vida de nuestros alumnos. Para esto, ayudará tener una acertada visión del punto en que se encuentran los niños, en cada área de su vida, atendiendo especialmente a su desarrollo espiritual, y, partiendo de allí, definir en oración un cambio trascendente que deba realizar. Puede ser, a título de ejemplo, “enfrentar las situaciones con la verdad”; “permitir que el fruto del Espíritu Santo se desarrolle en su vida”; o “profundizar su relación cotidiana con Dios”. Cada uno de estos ítems se podrá trabajar en un trimestre, con diferentes lecciones, de diferentes maneras, de modo que la enseñanza se grabe a fondo en los corazones y produzca los resultados deseados.
2) INSPIRAR SIENDO MODELOS. Este mundo está cansado de palabras. Y, como el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder (1 Corintios 4.20), las vidas de nuestros alumnos serán impactadas por maestros que encarnen la enseñanza. Porque la sociedad del S. XXI no necesita buenos predicadores, ni nuestros alumnos necesitan especialistas teóricos en Educación. Como maestros, necesitamos dejar que el Señor nos limpie, renunciar a todo aquello que ocupa su lugar en nuestras vidas y dejar cada día que su Santo Espíritu nos llene, produciendo en nosotros el carácter de Jesús, llenándonos de poder para transmitir su Palabra de modo tal que toque y transforme vidas.
¡Ese es el Gran Desafío para los últimos minutos de la última hora, antes de Su venida!
El camino de la obra lo comienza cada uno delante del Señor de la obra.
En el reloj de Dios la aguja ha avanzado unos segundos más… Aún estamos a tiempo.